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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Escarabajos



-Uno… dos… tres… cuatro…
Recuerdo a mamá contando para que yo corriera a esconderme. Siempre jugábamos al escondite cuando papá iba a trabajar.
-cinco… seis… siete… ocho…
También me acuerdo de un escarabajo en el jardín mientras me agachaba tras unos arbustos.
-nueve… diez… once… doce…
No había visto nunca un escarabajo como ese. Era tan hermoso… me hipnotizaba. Por un momento olvidé lo que estaba haciendo y comencé a sentir mucha hambre.
-trece… catorce… quince… dieciséis…
Algo inquietaba mis pensamientos, sólo pensaba en comer… comer… comer…
-diecisiete… dieciocho… diecinueve…
Perdí el equilibrio. Me tambaleé un par de veces antes de caer hacia atrás, sobre una especie de nido de escarabajos.
-¡Auxilio! ¡Mamá! ¡Ayuda! –Grité aterrado mientras intentaba levantarme.
Mamá corrió hacia a mí, llena de preocupación.
-¿Qué ha pasado? – preguntó mientras tomaba mis manos enlodadas para alzarme del suelo.
Quité las lágrimas de mis ojos con las mangas de mi suéter.  
-Ya… ya… sólo fue un accidente, Ben. –me consoló, sonriente, quitando un escarabajo que estaba sobre mi cabeza. –Vamos, te daré un baño.
Llegamos hasta el cuarto de baño de la mano. Yo acostumbraba mirarla al caminar juntos… su cabello café cayendo en curva sobre sus ojos verdes, sus pequeñas arrugas a los extremos de los labios al sonreír. Eso siempre me alegraba, me hacía sentir a salvo.
Me  metió a la bañera con agua tibia y talló mi cabello una y otra vez con jabón.
-Mamá, siento miedo.
-¿Y por qué habrías de sentir algo como eso?
Siguió con mis orejas.
-Porque… los insectos son feos.
Sonrió ante mi declaración.
-No son feos… - aclaró.
-Si lo son. Ellos son extraños…
-Ahí está. – Ahora tallaba mis hombros. – Sólo son extraños, eso no los hace feos y mucho menos dignos de temerles. Son pequeñas criaturas distintas a ti. No puedes saber, pero probablemente ellos también te tienen miedo.
- Jajá. –reí. Me sentí aliviado.
-¡Uh! – exclamó con desagrado, quitando un escarabajo de mi espalda. -¿Cómo llego esto aquí? –Se dirigió a la ventana para deshacerse de él.
Se quedó un tiempo contemplándolo. Parecía atraída hacia el bicho, cómo yo había estado.
-¿Mamá?
Ella no contestaba.
-¡Mamá!... ¡MAMÁ! … -grité con desesperación.
Volteó.
-Ven acá. –Dijo al tiempo que tomaba una toalla y me envolvía en ella. La noté algo distraída. –Ve a cambiarte que tengo que hacer la comida para cuando tu papá llegue.
-Está bien. –Contesté, poniendo su cabello ondulado detrás de su oreja. Ella sonrió. – Mami… ¿me haces un favor?
-Claro cariño.
-Ya no quiero más insectos en casa. ¿Puedes deshacerte de ellos?
-Ajá. Yo me encargo.
Mamá salió al jardín. Pasaron algunas horas, ella no parecía mamá.
-Uno… dos… tres… cuatro…
Cuento para alejar mi mente de lo que está pasando.
-cinco… seis… siete… ocho…
Corro y me escondo en el clóset. Escucho gritos.
-nueve… diez… once… doce…
Sólo estamos yo y el silencio. Espero alguna señal para salir. Mi respiración está acelerada.
-trece… catorce… quince… dieciséis…
Me asomo por la cerradura. Un  monstruo que se parece a mamá está comiendo algo… parece carne. Papá no se ve por ningún lado.
-diecisiete… dieciocho… diecinueve…
El monstruo descubre mi escondite y abre la puerta. Grito… grito… grito… después ningún sonido sale de mi boca.
A veces ocurren cosas extrañas, como los insectos. Algo me hace pensar que ellos secuestraron a mamá y mandaron a un monstruo alienígeno que se comió a papá y a mí… espero que mami esté bien, hace tiempo que no la veo sonreír. 

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